jueves, 13 de abril de 2017

MALOS PELOS

MALOS PELOS

A Elba no le gustaba ducharse con tan poco tiempo. A ella lo que le gustaba era demorarse y mirar cómo resbalaba por su cuerpo el agua y el jabón. Este era el único espacio de su vida donde escapar: el baño de su casa. Comer, dormir, el resto de cosas que hacía solo permitían que continuara  la pesadilla.

"Sí, pero esa pesadilla te permite comer". Aún le escocían las palabras de Marta. Estaba cansada de intentar explicarlo, era mejor ducharse tranquila y peinarse esos "malos pelos", que siempre le daban problemas para quedarse limpiecitos y peinaditos.

Elba tenía el cabello muy largo y rizado. Casi nadie sabía que le llegaba hasta más allá de la cadera. "Con esos ojos te llevas a quien quieras". "Ay mija ojalá tuviera yo ese cabello". "Ojalá pudiera venir sin crema ni peine y asustaros a todos", pensaba ella cuando le decían eso.

Hoy hacía mucho calor en el ascensor y en la oficina. Se había dañado el aire acondicionado. "Todo el mundo sabe que acá nadie trabaja sin aire acondicionado". 

"El calor tropical es lo que tiene", le decía siempre su padre. "No haber marchado de la ciudad. La costa es muy caliente".

Pues sí, el calor era sofocante. Tremendo. Y sí, sin aire acondicionado nadie trabajaba. Lo cual era mucho peor para Elba. Llegó a su mesa de trabajo con dos goterones de sudor cayendo por su frente y, al levantar la vista, encontró su perfecta cara redonda. Era Marcos, siempre presente. La pesadilla no había terminado.

Pero es la pesadilla que te da de comer..."qué dices", pensaba ella, "nadie come pesadillas salvo en los cuentos". "Ojalá viniese alguien a comerse mi pesadilla".

"Hace calor, ¿cierto?" "Sí". "Tremendo calor, pero tú siempre perfecta". Guiño. Elba baja la cabeza fingiendo que la computadora ya se ha prendido y tiene algo urgente que hacer. Marcos se acerca más, llega casi a tumbarse sobre la mesa. "¿Y no me vas a regalar una sonrisa?" Su voz suena más baja para que solo ella pueda escucharlo. Se da entonces la vuelta y se dirige a todo el mundo animando a trabajar y, pareciendo que no se dirige a ella, anuncia: "señorita Jiménez. En veinte minutos en mi despacho".

A trabajar a trabajar. Las techas y palabras que necesita que salgan en esos malditos e mails no surgen. Simplemente no pueden. Se le enreda el teclado en su mala cabeza pensando qué habrá hecho hoy. Qué habrá hecho para que él piense.. ya son muchos meses sin saber por qué activa la pesadilla. "Mierda ya pasaron veinte minutos". "¿Y si me quedo acá sentadita?" "¿Saldrá?" "Los compañeros me están mirando". "Los muy pendejos pensarán, pensarán, ¿qué pensarán?" "¿Que somos amantes?" "No quiero ir, quiero irme a mi casa".

"Señorita Jiménez no se demore, tenemos una reunión después en una hora". Elba se levanta y siente que no hay suelo bajo sus pies, es blando y pegajoso como el de un bar. comienza a andar y le parece que los ruidos de la oficina se han detenido y solo sus zapatos resuenan.

"Cuánto tiempo sin estar a solas"."¿Usted no me extrañó?" "Siempre sabes cómo venir ... qué hace esta noche". "No sé cómo podemos tener a una directora de contenidos tan sexy". Frases que se intercalan entre  "este mes estaremos un poco justos" o "los contenidos no son suficientes". "He leído la principal competencia y "... Elba sobre todo y por encima de todo era eso, era muy competente. Tan competente que no sabía como quitarse a ese tipo de encima y se ponía nerviosa." ¿Ves? Tú también te alteras, estoy seguro de que sientes lo mismo". Suena la puerta. "¡Puerta salvadora!", piensa Elba. "Alguien le espera, jefe". "Bien, ya voy. Jiménez consiga esos contenidos hoy mismo". 

Elba sale, siente picores por toda su cabeza y un deseo irrefrenable de rascarse. Va al baño. Esto no es suficiente, no tengo ducha. 

Sus tacones entonces comienzan a resonar por toda la oficina. La gente continúa impasible ante lo que ocurre delante de sus narices. Pero incluso esta gente no puede reprimirse y mira a Elba. Está en el centro de la sala, frente a la puerta del despacho de Marcos. "¿Qué hace?" Ella se suelta el cabello y hace una reverencia fingida echando todos sus malos pelos para adelante y recogiéndolos de nuevo con ambas manos; atándoselo después con mucha elegancia y diciendo "ciao" con todo su cuerpo. 

Va a su mesa y recoge sus cosas, su bolso y sus papeles. "Ahí marcha la mejor directora de contenidos", comienzan a murmurar los impasibles. "Marchos no va a encontrar tan facilito a nadie mejor". Alguna persona incluso se atreve. "Es que está casado y aún así no la deja tranquila". 

Elba se dirige tranquilamente hacia el ascensor. Es entonces cuando Marcos intuye algo y abre la puerta. Al verla marchar se le escapa su nombre de pila, sintiendo que ya nada puede impedir. "Elba, ¿a dónde vas?" "Me voy, no aguanto más no poder rascarme cuando me apetece". La oficina es un mar de risas, ya nada disimuladas. Sonrisa de triunfo. "Está despedida, nada le va a quedar"... Pero al fin acabó la pesadilla.

Se abre la puerta del ascensor del sueño alegre, aunque impreciso. 

Sin embargo, al bajar al hall siente un escalofrío. En unos días otra mujer subirá para comerse su pesadilla.

Y seguirá sin ser un cuento.

Y ella lo que comprende ahora es que no quiere que nadie más coma pesadillas. 


Clara G.
Abril, 2017