viernes, 10 de febrero de 2023

 

VIENTO SUR

 

 

 

El viento limpia el bosque,

seca los últimos brotes,

prepara una nueva siembra.

 

Mis cabellos se mueven,

pero mis ideas se paralizan.

 

Me cuesta despegarme

del pasado

y asumir nuevos comienzos.

 

Quizá deba dejar al viento

entrar más adentro.


Dibujo de @grinvill.art

martes, 19 de julio de 2022

MEMORIA

 

Sonaron las ruedas de los camiones

sobre la lluvia y el barro,

sonaron las pistolas de los hombres

poniendo fin a lo que se había logrado.

 

Sonaron los llantos entre las paredes:

callaron a las niñas para que durmieran,

esperaron para que las cárceles comieran,

arriesgaron para que existiera resistencia.

 

La luna salió, de espaldas al sol.

 

A la primavera le costó salir

en una tierra tan asustada,

en un campo tan yermo,

en una ciudad vigilada.

 

Se coló entonces la luz

alumbrando la memoria,

se entreveía la esperanza

sobre la arena de la playa.

 

Suenan las sirenas de los carros,

sobre el asfalto ya quemado.

Suenan los gritos y los mazos

que golpean lo no controlado.

 

Suenan nuestras voces renovadas

hablando para que las niñas despierten,

creando para destruir las fronteras,

trabajando para abrir casas cerradas.

 

La memoria vivida

desborda lo prohibido.

 

Hoy hemos regresado

para cambiarlo todo.

 

 

Quiénes eran las dos Marías de Santiago de Compostela - Santiago - COPE

 Estatua de César Lombera de las hermanas "Maruxa" en Santiago de Compostela, su forma de vivir tras sufrir un fuerte maltrato y perder a su familia por pertenecer a la CNT se convirtió en símbolo de resistencia frente a la tristeza y la sociedad gris franquista. 
 
http://www.catacultural.com/las-dos-marias-la-pareja-formada-por-las-hermanas-maruxa-santiago-4-de-enero-de-1898-ibidem-13-de-mayo-de-19802-y-coralia-fandino-ricart-santiago-24-de-agosto-de-1914-la-coruna3-30-de-enero/


 

miércoles, 3 de marzo de 2021

¿Por qué vivo aquí? ¿Soy "neorural" o sólo una cretina?

 ¿Qué hago aquí? 


 

Ha habido muchos momentos en mi vida en los que me he preguntado qué hacía en el lugar en el que vivía. A veces pienso que eso me pasa por meterme en el jardín de no vivir siempre en el mismo sitio...no lo sé.

Es difícil la respuesta porque tiene que ver con qué le pides a la vida, quién eres, para qué estamos en este mundo lleno de cosas tan hermosas y también otras tan terribles.

Ha habido momentos en los que esa pregunta era dolorosa, con toda una comunidad en contra que ni me saludaba por las mañanas.

Ha habido momentos en los que la respuesta tenía que ver con facilitar espacios en conflictos muy arraigados e injustos.

Ha habido momentos en los que simplemente lo disfrutaba y no me hacía esa pregunta.

Ha habido momentos en los que la respuesta era utilitarista (para conseguir algo más adelante), pero no era muy satisfactoria.

Ha habido momentos en los que esa pregunta era reflexiva y tenía que ver con qué vida quiero para mí y para el resto del mundo. Momentos de búsqueda.

Y hay otros momentos en los que, como ahora, pienso que la respuesta tiene que ver con cómo lo enfoquemos, con qué hagamos, estemos donde estemos.

En estos momentos vivo en eso que llamamos "mundo rural", aunque está claro como bien dice María Montesino, que esa categoría no tiene un único significado y que, en realidad, poco dicen ya de la realidad palabras como "urbano" y "rural" en un mundo en el que cuesta escaparse de las lógicas generales.

Es cierto que una se pregunta qué hace aquí primero desde un punto de vista productivo puesto que no me dedico (más allá de conservarlo, cuidarlo) al sector primario. Y te preguntas si no estarás colaborando en introducir prácticas ajenas...oh no...la pregunta maldita de la antropóloga interior. Esto me sucede, por ejemplo, con el transporte diario o con el uso de Internet. Al menos, eso es cierto, produzco aquello de lo que me caliento y algo de lo que me alimento, no es poco en estos tiempos de dependencias. También consumo lo que puedo en el territorio apoyando a personas que trabajan aquí.

 

También me pregunto a ratos cómo puedo colaborar donde vivo desde el punto de vista cultural. Como eso es a lo que me dedico (me ha costado años entender que quizá me ubico ahí, pero yo entiendo "cultura" de una manera muy amplia) esto sí que ha sido más central en mi vida y creo que, al menos, he contribuido a crear espacios diferentes, espacios de risa, conocimiento de cuentos y leyendas de origen rural (que hoy ya sé que es el origen de casi todas), de cuentos del otro lado del mundo que tienen mucho que decir aquí...de provocar encuentros, de aprender de las demás personas que viven aquí (a coser, a deshollinar, a desbrozar, a hacer una valla, en fin de todo). Ahí tengo un poco más clara mi "aportación" al lugar donde hoy vivo.                                                                               

 

 

 ¿Puede reconvertirse la casa de un esclavista en un lugar para el ocio compartido? 

¿Puede serlo sin contarse todo? ¿Qué es la cultura?

La respuesta complicada viene del lado de las relaciones y de eso que podríamos llamar política. Por un lado colaboro en organizaciones afines que no están en el pueblo donde vivo, pero en el fondo de mí pienso que sí es bueno que estemos personas de todas partes, ciudad o campo. En el "mundo rural" también hay problemas laborales, machismo o relaciones desiguales, por si alguien duda. 

Si, pero, ¿qué hago en el territorio? ¿Vivimos las personas "nuevas" aquí igual que en una urbanización a las afueras? Mi respuesta rápida es no, por todo lo expuesto anteriormente, pero sí que creo que podemos aportar aún más.

Ha habido mucho tiempo que me rebelaba contra la palabra "neorural" porque me parecía una especie de "mala imitación", de "exotismo"... de meter todo en un saco demasiado diverso. Pero bueno, nos entendemos con esa palabra porque en parte una de las respuestas a por qué vivo aquí claro que tiene que ver con que ahora mismo solo escucho las teclas del ordenador (nada de ambulancias, pitidos y gritos), con que se puede respirar y mirar a lo lejos, con que mi gato es casi un tigre en lo que hace todos los días, con que aparco fatal y da igual...vale sí, eso es un lujo. Pero, ¿sólo estoy aquí por eso? 

 

Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que todo depende de la actitud. Primero hay que asumir que eres nueva y que de la mayor parte de las cosas no tienes ni idea (como cuando vas a otro país o te adentras en una nueva "cultura") y que, por tanto, vas a ser en general torpe. Hay que cuidar la autoestima, reirse y aprender. También hay que aprovechar para entablar lazos y no olvidar contar  tu verdad con respeto. Yo puedo asumir que no sé nada de esto, pero también puedo tener una opinión desde el otro "lado". El compartir lo complejiza todo, pero también nos abre a nuevas posibilidades. Los "nuevos" puede que destruyamos, pero también podemos crear, la cuestión es cómo y qué. 

En este tiempo he conocido también a personas (digamos neorurales) que representan a esa "cretina" que sí que no quiero ser. Son personas a las que el cómo no les importa, ellas tienen razón y punto. Tratan a las vecinas que viven aquí como si fueran completamente ignorantes, pero nunca lo dicen claramente (si lo hicieran ellas podrían defenderse) y aunque aparentan hablar de cuestiones de "bien común" (ecologismo, cuidado) en realidad lo ven todo desde un punto de vista individualista. La existencia (real) de estas personas comprendo que "pone en alerta" a las personas que viven aquí desde hace mucho (o siempre) ante las que venimos. Estas personas hacen muy difícil la convivencia y aunque tengan placas solares jamás cambiarán el modelo energético porque para eso hay que hacer algo súper difícil: ponerse de acuerdo, manejar el consenso, pero también el disenso. 

Tengo mucho todavía de esas "cretinas", me salen prejuicios a borbotones cuando me enfado, pienso a veces de manera precipitada en el cambio como algo positivo (pensamiento típico urbanita), no entiendo los códigos y los juzgo como "bordes"...etc. Todavía me queda mucho trabajo, pero voy buscando las oportunidades de hacerlo, en eso creo que me diferencio en mi manera de estar aquí. 

Hace unos días que en mi pueblo estamos viviendo un debate creciente sobre diferentes parques eólicos y sobre uno en particular llamado "Garma Blanca" que afecta directamente a este territorio (sin ordenar sus usos, por cierto). Esto ha llevado a la búsqueda de información, a reuniones, a grupos de wsp, en fin, a una creciente movilización social (en la que no faltan evidentemente intereses particulares y partidistas) de las personas que vivimos aquí.

Con este tema de fondo constato cosas que tienen que ver con dónde vivo, con dónde he vivido y con cómo quiero vivirlo.

Por un lado aparece la cuestión de que las personas que lo vamos a sufrir directamente y el argumento de que "somos pocas". En seguida una se da cuenta de que no es lo mismo vivir esto en primera persona que hablar de "los pueblos indígenas" o "las poblaciones alejadas". Efectivamente, parece ser que el argumento de que esto es "tierra de nadie" (aunque esto no existe, en cuanto llegas al campo es lo primero que constatas) sirve para mandar allí todo aquello que es molesto, que no queremos ver, etc. Si en Madrid las fábricas están al sur aquí el suelo industrial parece que empezará a concentrarse en los valles. Típico. Esto para mí relaciona dónde vivo con dónde he vivido, un territorio que estaba marcado por la producción de palma africana para la exportación. Esos argumentos de "tierra de nadie" son muy peligrosos.

 


¿En Galápagos no vive nadie? 

¿Se puede dar de comer a la gente, al león marino y al pelícano? ¿Y a los turistas?

Luego está el tema del cómo, para mí siempre el centro de todo. Más allá de las desventajas que pudiera tener este modo de producción energética y de las ventajas  que bien conocemos (residuos, agua,  fuente renovable) cabe preguntarse por qué ciertas personas (pocas) con ciertos intereses (muchos) montan una empresa con apenas riesgo para meterse en renovables. ¿Por nuestro bien? ¿Hay "gato encerrado"? Esa es la pregunta incómoda, la pregunta política, la que te enemista con los intereses individuales que pudiera haber, con "las técnicas", la que hace que rápidamente el alcalde y el teniente de alcalde intenten dividir a las vecinas... y a esa pregunta puede contribuir nuestra historia como personas que hemos vivido en otros lugares y visto procesos similares. 

Aunque parezca que estamos aislados estos mega-proyectos nos recuerdan que formamos parte de un mismo mundo. Por supuesto de un mismo planeta que proteger, pero también de la misma humanidad y de un mismo espacio económico en el que a las grandes empresas les da igual moverse miles de kilómetros si les compensa y que, después, no pagarán los daños ni los desperfectos.

Cuando se reducen estos debates a cuestiones técnicas olvidamos para qué vivimos aquí y cómo nos están quitando nuestra capacidad de debatir, de aprender, de negociar, de ponernos de acuerdo...Algunas personas que conozco piensan que de eso va la democracia (pocas) con intereses sociales y de "bien común". Otras (la mayoría) lo ven como un simple espacio en el que enriquecerse. De eso va el debate. Por eso el cómo importa porque aunque yo no comparta todas las ideas veo los cómo: veo a gente que une y gente que divide, a gente que acepta sus limitaciones y escucha, a gente que impone, a gente que insulta y a gente que negocia...

Y ahí es cuándo resuelvo de qué va esto y ahí es cuándo resuelvo para qué estoy aquí: para hacer lo mismo que hacen muchas personas a lo largo del mundo.

Responder (con todas sus contradicciones) a todas aquellas instituciones que (como bien diría Kropotkin) en lugar de ser instrumentos se convierten en  receptores y representantes impidiendo el desarrollo de la solidaridad humana e impidiendo el acceso a la información, al que tienen derecho también las personas en el mundo rural. Si tenemos una carrera y somos unas privilegiadas (como yo lo soy) que sea para que otras puedan también aprender mutuamente, no para manipularlas de manera continua.

Tenemos que recordar a todas las instituciones (y colectivos) que son sólo instrumentos para conseguir que todas podamos vivir lo mejor posible, de manera digna, y no unas pocas "cretinas", porque queda muy bien en la foto. Y si no sirven que nos den la llave.

Cuando me dicen que soy una egoísta y que porque tengo dudas y que no quiero "sacrificarme por los demás" la pregunta es: ¿quiénes son los demás? ¿Cómo y para qué van a hacer todo esto? ¿Qué significa "sacrificarse"? ¿Qué es el "bien común" en un espacio mundial así?

En qué usamos la energía, cómo, si se reparte, a qué demanda responde, si provoca en otras partes del mundo daños ... esas son las preguntas relacionadas con la sociedad, la sostenibilidad y el verdadero cambio. Ese es el debate y es largo evidentemente.

Ese es el debate para hacer preguntas sobre las que crecer y no sobre las que dividir. Para apoyar a personas que quizá no hayan tenido oportunidad de demostrar todo lo que valen, para encontrar yo a otras que me apoyen (¡como todos los narradores as de cantabria!); para "simplemente" eso estamos aquí: para vivir con las demás a pesar de todo.


Y aquí seguimos.





 

jueves, 20 de agosto de 2020

En defensa del miedo...

 

 El miedo es  útil. Es una emoción poderosa y quizá, autocontrolada y no desbocada, es la emoción que desde la prudencia permite la planificación, el cuidado y la autodefensa.

Estas son cuestiones fundamentales para la vida y la supervivencia y probablemente llevan a las características más positivas de esta especie tan denostada: los seres humanos.

El miedo nos pone en alerta. Nos sitúa ante las posibles consecuencias de una acción. El miedo (controlado, no que nos controle) nos permite ser proactivos y buscar soluciones a un problema antes de que sea demasiado tarde. El miedo nos llama a la precaución, a probar sin salirnos de los márgenes conocidos, es decir, a transformar y transformarnos, nos ayuda a crecer y aprender desde este "espacio seguro".

Es cierto, sin embargo, y conviene recordarlo en estos momentos, que el miedo no nos evita los muchos y posibles errores que seguro vamos a cometer, pero sí puede evitar algunos de los más catastróficos. 

El ser humano, al mismo tiempo, se equivoca si solo tiene en cuenta la prudencia. Necesita también el caos, la creatividad y la improvisación mucho más de lo que, a veces, buscando el control absoluto nos gustaría creer. Es por ello por lo que dejarse llevar por el miedo, dejar que este te controle y ser incapaz de hacer algo fuera de lo conocido es paralizador y nada deseable. Pero, al mismo tiempo, conocemos junto a nuestro miedo nuestros límites (que podemos superar, o no), y son fundamentales para existir.

Como casi todo lo importante en el mundo emocional estamos hablando de equilibrios muy frágiles, equilibrios que tienen que ver con la Vida tal y como la conocemos en la actualidad y con el cuidado de la misma. Las personas que dedicamos gran parte de nuestra vida a cuidar sabemos que está hecho de pequeños gestos precavidos, que van permitiendo la seguridad y la autonomía del otro, de la otra. 

Es por todo lo dicho que me resultan asombrosamente patriarcarles y anti-vida dos máximas que parecen contrarias, pero que en realidad se acercan. Una de ellas podría repetirse machaconamente en un ejército en combate: "todo el mundo es mi enemigo, hay que tener a todos miedo". La otra podría decirla hoy con buenas intenciones cualquier persona: "el único virus es el miedo."

En el primer caso estaríamos defendiéndonos de cuestiones irreales, considerando a todas las personas enemigas y entrando a defendernos de niños, niñas y bebés viéndolos como "víctimas colaterales". La vida se nos haría imposible y entraríamos en una fuerte espiral de paranoia y violencia, así como competitividad. 

El mundo en el que vivimos se nos presenta muchas veces así: despiadado, injusto, cruel e incomprensible. Es normal que sintamos miedo, aunque este puede transformarse en algo liberador. No queremos eso (algo real, que ya sucede) y nos enfrentamos inventando algo nuevo que nos transforma. Como el miedo es real podemos enfrentarlo, como el león me está mirando puedo poner frente a él una antorcha que lo ahuyente.

El problema con esta opción es que aunque es real el peligro en el actual mundo globalizado muchas veces no podemos verlo. Es importante, por ello, hacer una labor de traductoras todo el tiempo para que veamos que lo real lo es, que afecta verdaderamente a nuestras vidas. Es agotadora y es continua esta labor, se parece mucho más al trabajo de cuidados que a una soflama política enciende-masas.

¿El cambio climático es real? Sí, lo es. Mira los cambios que observas en los frutales de tu huerta. Mira como desaparecen islas y se tienen que construir diques alrededor del mundo. Mira como aumentan los desastres naturales, los incendios o las epidemias. El miedo ahí es algo real. El león nos está mirando y este "miedo útil" lo vamos a transformar en propuestas útiles. Unidas, sin negar nuestros miedos y contradicciones, vemos que estamos todas hechas de la misma pasta y desde esa empatía todas las personas pueden construir. Suena utópico, pero es lo único real y que nos dará verdaderas satisfacciones. Nada perfectas, pero reales. Tampoco luchar contra todo las da, y finalmente ni sabes contra qué estabas luchando.

La otra opción es afirmar que no se debe tener nada de miedo y que incluso lo real (el virus, el cambio climático, la pérdida de derechos laborales) no lo es. Esta opción nos permite situarnos por encima de los demás, negando nuestro miedo y privilegios y despreciando el de los demás también. Nos permite sentirnos privilegiados, dueños de información que nadie conoce o entiende (sin traducirla), dueños de nuestras acciones (aunque sean completamente ridículas) y, sobre todo, nos permite no sentirnos responsables de traducir para los demás. Si nosotros estamos bien, ¿por qué vamos a tener miedo? ¿Por qué vamos a intentar entender el de los demás?

Si el león (o leona, más adecuado) camina hacia la aldea (peligro real) pienso que lo haré huir si yo lo miro firmemente a los ojos, pero me importa poco si la gente de la aldea no puede hacer eso. Tampoco me importa saber que ni yo mismo lo haría en el momento real (no imaginado) de mi encuentro con la leona. En realidad esta es una actitud irresponsable y muy patriarcal.

En lugar de ayudar a hacer la empalizada con todos mis vecinos y vecinas, en lugar de encender el fuego para ahuyentar a los animales y guardar la comida por la noche afirmo que no existen. Recuerdo a todos y todas aquellas veces, tantas ciertamente, que el chamán y el jefe nos engañaron antes. Mezclo la realidad con la ficción, en realidad me gustaría creer que el peligro no existe para no tener nunca que tomar esas medidas que interrumpen mi cómoda vida lejos de los demás.

Parecerá totalmente absurdo, y lo es en una sociedad comunitaria como la que describo. Pero no lo es en nuestra sociedad en la que tenemos olvidada la utilidad del miedo hacia los peligros reales (que hay que afrontar con más personas) y su total inutilidad, que nos lleva a la parálisis, hacia aquello que es irreal o que no podemos en absoluto controlar. 

Es cierto que el ser humano no puede vivir con miedo, pero solo se acepta, enfrenta y controla con las demás. También es cierto que vivimos en un mundo complejo en el que nos sentimos sin control sobre nuestra vida y esto nos crea desasosiego y nos invita a la huida.

Lo que nos repiten menos desde fuera es que solas no podemos hacer la necesaria traducción de estos fenómenos complejos (cambio climático, falta de libertades, falta de derechos laborales, racismo, crisis de cuidados, etc.) en nuestras vidas. Y que, además, la traducción cambia de idioma a idioma, de comunidad a comunidad. 

Esa traducción es hoy más necesaria que nunca, pero si nos centramos en miedos irreales e inasumibles, en miedos exagerados o empequeñecidos...si nos centramos en miedos que no podemos traducir porque escapan a nuestra comprensión...entonces estaremos en las manos de cualquier "líder salvador".

Los miedos irreales, alarmistas e incontrolables, han sido la base de dictaduras y fascismos desde el comienzo de la Historia. Las llamadas conspiraciones han servido para encerrar etnias y comunidades, para crear (ahora sí) el verdadero miedo desbocado (porque el león no está, pero creemos verlo) que termina en una única solución para frenarlo "unidas": el fascismo.

Cuidado con quien quiera hacerte tener un miedo incontrolado de tu alrededor, pero también cuidado con quien quiera obligarte a no tener miedo y te distraiga de los verdaderos peligros.

La única salida es hacernos  caer en la cuenta mutamente de nuestra responsabilidad de enfrentarlo: traducir en qué nos afecta el problema y hacer algo cuando el peligro acecha a todas y es real.

Clara G.

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20/8/2020

*Siento no haber podido convertirlo en poesía, lo haré*




sábado, 11 de abril de 2020

¿Aplaudir o no aplaudir? He ahí la cuestión....


Puedo aplaudir….
que seguimos vivas.

Puedo aplaudir….
la persistencia de tantas,
la constancia de tantos.

Puedo aplaudir…
a la Madre Naturaleza.

Puedo aplaudir…
recuperar el tiempo del deseo,
y recuperar tiempo para lo que deseo.

Puedo aplaudir…
reconocerte (me)
como una misma especie.

Puedo aplaudir…
poner todo lo dicho en el centro.

Puedo aplaudir…
que aprendamos con las manos.

Puedo aplaudir…
que a partir de hoy sabemos
lo que sí necesitamos.

Puedo aplaudir…
el tiempo lento y degustado.

Puedo aplaudir…
a estos árboles con luna que me acogen.

No puedo aplaudir…

que me falten medios para cuidarte,
que les falten medios para curarte.

No puedo aplaudir…
que se abandone al emigrante.

No puedo aplaudir…
estos mensajes de odio.

No puedo aplaudir…
que un solo hombre (¡y por su sangre!)
se diga de arreglarlo él todo.

No puedo aplaudir…
convertir la Vida en Guerra.

No puedo aplaudir…
la desconfianza eterna.

No puedo aplaudir…
que las abuelas estén solas.

No puedo aplaudir…
si no puedo llorar junto a ti.

No puedo aplaudir…
al que quiere convertirlo en negocio.

No puedo aplaudir…
que se propague la mentira.

No podemos dejar
que sobre nuestros aplausos
ellos vuelvan a aupar al monstruo.


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viernes, 6 de septiembre de 2019

No entienden

No entienden,
no hablamos de un tal Colón
hablamos del colonialismo.

No entienden,
no hablamos de recursos
sino de personas que huyen.

No entienden,
no hablamos de guerra
sino de una paz cerrada en falso.

No entienden,
no hablamos de volver a las cavernas
sino de no envenenar nuestra comida.

No entienden,
confunden las palabras,
"terrorista", "traficantes",
y son sólo las almas que luchan.

No entienden,
no hablamos de cumplir la ley
sino de asesinar en nombre de la ley.

No entienden,
no hablamos del amor,
sino de una infinita posesión.

¿No entienden?

A veces pienso que entienden demasiado...

No entienden,

porque prefieren el lado del poder,
porque prefieren el trono a la derecha,
porque prefieren lavarse las manos,
porque prefieren no complicarse la vida
haciendo que algunas sean siempre INVISIBLES.

Para entender:
https://www.lamarea.com/2019/06/13/buscadores-de-huesos-2/


Infinito

Lluvia...viento...fuego...

que caen balanceando las plumas
de nuestro singular atrapasueños.

Armado en nuestros paseos
despidiéndonos poco a poco de la ciudad,
construyendo historias para ser contadas.

Fabricado también por la nostalgia,
por el temor a no saber usar las manos,
por la interminable sensación de quemarnos
si al fuego nos acercamos.

Fuego...
en el que la utopía se aleja,
descubriendo que la vida es corta
para vivirla asustada.

Fuego que enciende estos bosquejos
que siento cada día más nuestros.

Destruídos por los que dicen amarlos.

Almas encorvadas,
que aparecen, saludan y también se esconden.

Ellas siempre estuvieron aquí,
antes incluso de asomarnos.

Permanecen como el roble,
suceda lo que suceda,
cuente yo lo que les cuente.

Viento...fuego...incendio

Redescubrir la familia que siempre tuve,
cada día más cerca,
real e imperfecta.

Y en estas tardes verdes de lluvia
observarte dormir la siesta,
observarte cocinar la cena.

Y me gustaría pararte el mundo,
para que lo miraras lejos, allá arriba,
y mirarlo con luz eterna,
como los árboles.

Para, después, contarlo:
convertirlo en INFINITO.